miércoles, 7 de septiembre de 2011

Capítulo 23

~ 23 ~
- Los celos conservan el amor, del mismo modo que
las cenizas conservan el fuego. - Perdona si te llamo amor





Joseph llegó a la sala de profesores el primero. Llevaba esperando ese momento durante todo el día; después de pasarse todas esas semanas del trabajo a casa y de casa al trabajo necesitaba volver a tomar contacto con la tierra. Su idea en un principio había sido ir sólo con Samantha al bar, pero ella ya se lo había dicho a Gary y no había podido negarse. De todos modos lo pasarían bien los tres juntos, ahora que volvían a estar los dos bien con Gary debían aprovecharlo.
Samantha llegó poco después mostrando una sonrisa al ver a Joseph.
- ¿Ya estás aquí? Qué rápido has bajado.
- Soy muy rápido cuando quiero.
Joseph le guiñó un ojo, lo que provocó que Samantha se sonrojara.
- Ya estoy aquí, dejo esto y nos vamos. -anunció Gary, que acababa de entrar por la puerta.
Dejó sus cuadernos en la taquilla y volvió a reunirse con ellos. Una vez estuvieron los tres, se fueron andando hacia el bar.
- Ya era hora de que quedaras, Thomson. ¿Qué tal está tu mujer?
- Mucho mejor, ya le quitaron los puntos. El médico le recomendó que se quedara en la cama descansando unos días más, pero ya sabes cómo es. En cuánto le quitaron los puntos volvió al trabajo.
- No me extraña, estar dos semanas encerrado en casa contigo en plan enfermera tiene que ser horrible. -comentó Gary entre risas.
- Puede que tengas razón, pero tú me has echado de menos.
- Sí, Joseph, lo confieso. Te he echado de menos, guapetón.
Gary le dio una palmadita en el trasero.
- Quita, nenaza. -dijo Joseph riéndose.
Gary se volvió hacia Samantha, que también reía ante su actuación.
- No me quiere...
Samantha le pasó la mano por el hombro en señal de apoyo aún riéndose. La sonrisa de Joseph se disipó casi por completo; aunque estaban bromeando no le gustaba aquella imagen. Después de todo, Gary seguía enamorado de ella. Miró al suelo y cuando levantó la vista el brazo de Samantha ya no estaba allí.
Llegaron al bar poco después, ya que no estaba muy lejos del instituto.
- Yo prefiero en la barra. -comentó Gary.
- Pues a la barra entonces. -concluyó Samantha.
Joseph se sentó al lado de Samantha, que a su vez estaba al lado de Gary. Pidieron tres cervezas y volvieron con la conversación.
- Sam, ¿has visto ya los vídeos que te dije el otro día?
- Vi los dos primeros, pero no tuve tiempo de ver los demás.
- ¿Qué vídeos? -preguntó Joseph, algo perdido.
- Unos de un monólogo que me dijo el otro día -contestó Samantha.
- Tú como estabas a lo monja de clausura en tu casa... Bueno, y dime, Sam, ¿que parte te gustó más? Martha me comentó que le encantó el minuto dos, cuando hablan de los niños…
- No sabría decirte, la verdad es que me reí desde el principio hasta el final.
- Pues deberías verme a mí con mis monólogos, tengo vídeos grabados en casa. Un día
quedamos y te los enseño.
Joseph miró a Gary con cara de pocos amigos. ¿Quedamos? Ni siquiera le había preguntado a él que si quería ir. ¿Pretendía quedar con Sam a solas en su casa?
- Claro, cuando quieras.
Eso si que no se lo podía creer. ¿Samantha quedando a solas con Gary? ¡Si hacía nada ni siquiera se hablaban! ¿Cuándo habían vuelto a ser tan amigos? No pudo evitar imaginarse a Samantha y a Gary en el sofá de éste. Los dos tan cerca, riendo juntos, Gary poniéndole la mano en la rodilla... ¡Basta! se dijo a sí mismo. Seguramente Samantha no pensaba ir a casa de Gary, si no que había aceptado para no quedar mal.
Joseph se metió las manos en los bolsillos, escuchando como su amante y su mejor amigo comentaban aquellos famosos vídeos que él no había visto.
- No hay nada como una cerveza después de las clases. -comentó Joseph intentando sacar una conversación en la que él pudiera participar.
- Por cierto, Samantha, ¿qué tal Acción de gracias? ¿Celebrasteis la cena en vuestra casa como me dijiste?
- Sí, vinieron mi hermana y la hermana de Edmond con su marido y sus hijos a mi casa. No estuvo mal...
Joseph la miró esperando que ella le mirara de reojo al recordar aquel beso en el coche, pero no lo hizo. Samantha siguió hablando pero no le dirigió ni una mirada, como si no se acordara de aquel momento.
- Teniendo en cuenta que Charlotte y Muriel se odian, bastante bien fue. -continuó Samantha.
-Vaya, me alegro. Según lo que me contaste, pensé que acabarían persiguiéndose la una a la otra con el hacha en la mano.
Samantha no puedo evitar reírse al imaginarse a Charlotte detrás de Muriel intentando matarla con un enorme hacha. Mientras, Joseph cada vez estaba más enfadado. No se había imaginado su día de "regreso a la vida normal" así. Se había imaginado con Samantha, tomando algo y hablando de todo lo que se había perdido aquellos días en los que había tenido que cuidar de su mujer, ya que apenas habían tenido tiempo para hablar. Se había imaginado a una Samantha que le decía lo mucho que había echado de menos verle a la salida, o salir a tomar algo con él, pero al parecer ni se había enterado de su ausencia. Gary se había ocupado de eso. ¿Por qué no habían quedado ellos dos solos? Estaban pasando de él. Por el amor de Dios, ni siquiera le miraban.
El camarero les entregó las cervezas y los vasos.
- Ya era hora, el otro día no tardaron tanto, y encima nos puso patatas. -murmuró Gary.
- ¿Qué día? -preguntó Joseph.
- ¿No te lo conté? El otro día quedamos Gary y yo para tomar algo. Como tú tuviste que irte a cuidar a tu mujer, vinimos nosotros.
Joseph apretó los puños. ¿Habían quedado para tomar algo y ni siquiera le habían avisado? Es verdad que no hubiera podido ir, pero a él nadie se lo había preguntado. ¿De qué cojones iban? ¿Acaso Gary estaba intentándolo otra vez con ella? ¿Acaso ella había decidido volver a darle otra oportunidad? Porque ambos se traían algo entre manos, eso estaba claro. Fuera lo que fuese, lo único que tenía claro es que quería coger el botellín de cerveza y estampárselo en la cabeza a su "amigo", que volvía a estar inmerso en una conversación con Samantha. Bebió un trago de cerveza e intentó relajarse. Cada palabra que salía por la boca de Gary le molestaba, y aún más las sonrisas de ella. Aquellas sonrisas que le hacían el hombre más feliz del mundo, en ese momento se convertían en puñales que se le clavaban en el pecho.
- Voy un momento al baño. -anunció Joseph, pero nadie le escuchó. Aún así se levantó y se fue al baño de caballeros. Estaba cabreado… estaba celoso. Necesitaba patear algo, necesitaba volver allí para partirle la cara a ese cabrón con el que había hecho las paces y que le había traicionado intentando ligarse de nuevo a Samantha. ¿Para eso había arreglado las cosas con él? ¿Para acercarse a ella de nuevo? Seguro que lo tenía todo planeado, y él, como un tonto, estaba ayudándole con su plan sin saberlo.
- No tiene sentido, Joseph, él te ayudó aquel día en el baño. -se repetía una y otra vez en voz baja para intentar creérselo-. Además, ella te quiere.
Un poco más relajado, salió del baño. A lo lejos pudo ver cómo Samantha y Gary reían sin percatarse de su ausencia. Sintió la sangre hervir en sus venas, apretó la mandíbula y volvió a su sitio.
- ¿Dónde te habías metido? -le preguntó Samantha cuando volvió.
- Te he dicho que iba al baño.
- ¿Ah, si? Perdona, no te he escuchado.
- Ya... Oye, que yo me voy.
- ¿Qué te vas? ¿Por qué?
- No me encuentro bien.
- Si es que se te sacan de tu convento y ya te pones malo. -bromeó Gary.
Vete a la mierda, hijo de puta“ -pensó Joseph.
- Nos vamos nosotros también entonces. -dijo Samantha.
- No hace falta que os vayáis si no queréis. Podéis estar como el otro día.
- Nos vamos. -confirmó Samantha.
Se terminaron lo que quedaba de cerveza de un trago y volvieron al instituto, donde tenían sus respectivos coches aparcados. Pararon en la puerta del aparcamiento para despedirse.
- Siento haber estropeado el momento. -dijo Joseph con seriedad.
- No pasa nada, hombre. Ya saldremos otro día. -aseguró Gary.
- Sí... Hasta mañana.
Joseph se metió en el coche, que estaba aparcado al lado de la puerta en la que se acababan de despedir. Samantha fue detrás de él y le hizo señas para que abriera la ventanilla. Mientras, Gary caminaba hacia su coche.
- ¿Qué pasa? -preguntó Joseph.
- ¿Seguro que puedes conducir hasta tu casa? Digo, si te encuentras muy mal...
- Sí, no te preocupes.
- Está bien. Mejórate, ¿si? Hasta mañana.
Samantha se despidió con un gesto de la mano y desapareció. ¿A que venía aquel repentino interés? Había pasado de él en el bar y ahora eso. ¿Qué narices pretendía?
- Nunca entenderé a las mujeres. -murmuró Joseph.
Volvió a mirar por la ventana una vez antes de irse. Samantha estaba allí parada, delante del coche de Gary, hablando con él.
Arrancó el coche y se fue de allí a toda prisa.


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