Ya sé lo que es sentir que no existes hasta que él te mira o te toca la mano o hace un chiste a tu costa para que todos sepan que estás con él, que eres suya.- Posdata: te quiero
La idea de Joseph de llevar a comer a Sam a un lugar público y hablar finalmente todo con claridad había dado sus frutos. Samantha ya no estaba tan asustada como al principio; sí, sentía remordimientos, pero eso era completamente normal, lo raro sería no sentirlos. Se había dado cuenta de que no podía seguir huyendo eternamente, y mucho menos teniendo a Joseph tan cerca, fijando en ella esos ojos azules que tanto le fascinaban.
Joseph, por su parte, estaba contento de que por fin las cosas se hubieran “normalizado”. A veces se sentía mal por Natalie, pero también pensaba en la relación de hermanos que mantenían (con algunos encuentros sexuales), y eso le hacía sentirse menos culpable. Además, Natalie viajaba últimamente tanto, que no había tenido ocasión de percatarse de la actitud de su marido.
Pasaron las semanas, y la situación entre ellos cada vez era mejor. En el instituto, evidentemente, delante de los demás, procuraban guardar las distancias, pero cuando se encontraban solos en algún aula, daban rienda suelta a su pasión, sin importar quién o quiénes paseasen por los pasillos, a escasos metros de ellos. También salieron a comer cuatro veces más, siempre los días que los niños tenían actividades extraescolares. En esos días, ellos salían puntuales de sus clases y se iban cada uno en su coche hasta el mismo restaurante que la primera vez: allí se encontraban a salvo. Después, Sam se iba a buscar a Víctor y Sarah y, tras dejarlos en el centro cultural donde realizaban las actividades, se iba a casa de Joseph.
El problema que se presentaba ahora para Sam era Charlotte. Como era lógico, su hermana comenzó a notar algo en ella fuera de lo normal. Habían pasado las dos semanas e iban a quedarse a dormir tanto ella como Julie… Aquello no ayudaría a Samantha a escabullirse de su hermana.
Llegaron bien entrada la tarde, cargadas con una pequeña bolsa de viaje y una botella de vino. Julie corrió hacia su tía y la abrazó, después irrumpió en la casa y Sarah salió a recibirla, feliz. Sam y Charlotte se saludaron con un beso y un abrazo, y entraron. Como era viernes, Edmond aún no había vuelto del trabajo.
El tiempo no era espléndido, pero tampoco se estaba mal fuera, así que decidieron salir al porche trasero a tomar el aire.
- Oye Sam, ¿te pasa algo? Llevo notándote rara desde hace ya dos semanas… No sé, ¿ha ocurrido algo?- repitió.
- No.- dijo, mirando fijamente el agua de su piscina.- ¿Qué ves de raro?
- No sé… La expresión de tu cara, en general.
- Serán imaginaciones tuyas, Lottie…
- Sabes que no es así. Yo no me imagino esas cosas. Es verte y siento una sensación diferente al mirarte a la cara… Pero no sabría decirte si lo que te pasa es bueno o malo. ¿Por qué me lo estás ocultando?- preguntó, muy seria.
Pero entonces la voz de Edmond resonó por toda la casa. Los niños gritaron un “hola” desde arriba, demasiado entretenidos en sus juegos como para bajar, y Charlotte y Samantha fueron a recibirle.
Cenaron los seis juntos en el salón una comida deliciosa que Sam había preparado. Todos parecían alegres, hasta que Samantha encontró a su hermana mirándola con una mezcla de curiosidad, reproche y decepción, todo junto.
Cuando terminaron, los niños se fueron a la habitación, mientras que ellos tres se quedaron tomando una copa de vino.
- Me quedaré sólo un rato. Esta noche adelantaré trabajo para estar libre mañana.
- No importa.- dijo Samantha un poco intranquila, pues sabía que Charlotte aprovecharía aquella oportunidad para acabar la conversación que habían mantenido en el porche.
- Oye, Edmond… ¿no notas a Sam distinta?- importunó Charlotte, mientras Samantha se echaba casi a temblar; su hermana no parecía estar dispuesta a esperar.
- Pues… No sé.- su respuesta era tan evidente que Samantha se sintió tonta por su reacción.- ¿Me he perdido algo?
- Son cosas de Charlotte, no le des importancia.
- Eso dice tu mujer, pero yo la noto extraña.
Edmond miró a su esposa un tanto preocupado. Sam puso cara de póker y apartó los ojos de su marido para mirar a su hermana.
- Estoy perfectamente. Mi vida sigue igual, nada ha cambiado en ella.- se sintió muy rara al mentirle de aquella manera, pero Edmond estaba delante y no pensaba ni tan siquiera en nombrar a Joseph.
Charlotte bajó la mirada, decepcionada, y Edmond percibió que algo sucedía entre las hermanas. Éste decidió marcharse a trabajar y dejar que ellas arreglasen sus asuntos. No hubo más que silencio hasta que él no se hubo alejado lo suficiente. Sam se levantó y se dirigió de nuevo al porche, a pesar de que el viento se hubiese levantado considerablemente.
- ¿Qué narices te ocurre, Sam?- parecía enfadada.- ¿Qué me estás ocultando?
- Esto no es fácil de contar.
- ¡Pero soy tu hermana! No hay secretos entre nosotras, ¿verdad?- Sam no era capaz de responderla.- ¿Verdad?- insistió.
- Yo…
- ¿Los hay?- nunca la había visto tan decepcionada, salvo cuando ocurrió lo de su ex marido.- No estaría así si no creyese de verdad que te pasa algo, y no cualquier cosa. Tienes un brillo extraño en los ojos y, además, lo presiento. –se volvió y tomó por los hombros a Sam- Lo presiento, Sam. Algo te pasa y quiero que seas capaz de sincerarte conmigo sin miedo.
Samantha miró a los ojos a su hermana y se mordió el labio, indecisa. Tenía que contárselo, era lo correcto.
- Estoy siéndole infiel a Edmond.- confesó finalmente.
Charlotte se mostró su sorprendida, como era lógico. Tenía los ojos muy abiertos, y el resto de su cara se había quedado paralizada.
- ¿Cómo?- dijo, incrédula. - ¿Qué acabas de decir?
- Lo que has oído.
- Espera, espera, espera… ¿Y esto desde cuándo?
- Fue hace dos semanas cuando me preguntaste si estaba bien.
- Así es… - recordó Charlotte.
- Esa tarde… estuve en su casa y… Bueno, ya te lo imaginas.
- No, no me lo imagino. ¿Cómo surgió todo otra vez? Porque imagino que hablamos de Joseph, ¿no? ¿O es de Gary?- Sam no sabía si su hermana estaba enfadada, pero al menos eso parecía.
- Joseph.- aclaró.- Mira, Charlotte, puede que no me creas, pero lo intenté. Intenté dejarle claras las cosas, poner en orden mis ideas y evitarle en el trabajo. Pero simplemente hubo un momento en el que ya no podía más. Me gustaba más de lo que creía… Estoy enamorada de él.
- No me creo que me estés contando esto… Sigue, por favor.
- El día antes de verte, él me encontró llorando en el baño.- Charlotte la miró, interrogante.- Mi compañera Martha se quedó inconsciente por mi culpa, y él le hizo el boca a boca… Llegué a desear estar en el lugar de ella, me estaba volviendo loca. Entonces en el baño, hablamos y… Y lo hicimos en las duchas.
- Oh, Dios…
- Y esa tarde, antes de verte, lo hicimos en su sofá.
- Oh, Dios mío…- repitió, demasiado anonadada.- Yo… No sé qué decirte ahora mismo, Sami, necesito asimilar lo que me acabas de contar… Dios...
Samantha se levantó y salió del porche. Se puso a caminar por el césped del jardín, inquieta, avergonzada y muy nerviosa. Charlotte fue hasta ella y le miró a los ojos.
- Es eso lo que veo en tus ojos; le quieres. Pero también estás mal por lo que eso supone.
- Claro que sí… Sobre todo por los niños.
- ¿Y qué vas a hacer?
- ¿Qué quieres que haga? ¿Dejarle? No puedo…
- ¿No puedes? Pero… ¿Y Edmond? Esto está mal, lo sabes.
- Mira, yo… Esto no es fácil, ya te he explicado que intenté evitarlo, pero… él es la única persona que me ha hecho sentir así. No quiero hacer sufrir a mis hijos, pero… ¿Qué hay de mí? Me duele el pecho de sólo pensar en separarme de él.
- Pareces una niña, Sami.- observó Charlotte.- ¿Qué hacer? No lo sé… Porque no estás pensando en separarte de Edmond, ¿verdad? Eso afectaría a Víctor y a Sarah. Pero mantenerlo en secreto… Eso es algo que no va contigo.
- Tendrá que ir a partir de ahora. Y, Lottie… Necesito tu apoyo.- rogó Sam.- Necesito saber que cuento con tu apoyo, aunque no estés de acuerdo.
Charlotte miró a su hermana, que parecía a punto de romper a llorar. Sabía que Sam nunca había querido a Edmond de la manera que debería, no se casó enamorada y ella era consciente de ello. Sabía también las continuas disputas que habían surgido durante su matrimonio, y para colmo, Edmond era tan olvidadizo y descuidado que… comprendía a veces a su hermana menor. No estaba para nada de acuerdo con su resolución, pero notaba que era cierto, que estaba enamorada de ese hombre y que se sentía muy a gusto con él, de lo que no estaba tan segura era de que él no la estuviese engañando… Pero tendría que cerrar los ojos y tener una fé ciega en él. Era lo que tocaba.
- Estaré ahí siempre, Sam. No lo dudes nunca.
Charlotte y Julie pasaron el resto del fin de semana con Samantha, Edmond y los niños. El sábado decidieron hacer una barbacoa a pesar del mal tiempo. Tuvieron suerte y tras haber hecho toda la comida comenzó a llover, así que se comieron todo dentro de casa. Por la tarde todos jugaron a un juego de mesa donde los niños pudieron participar.
El domingo planearon una visita al zoo. Las nubes se habían alejado y el sol brillaba en lo alto del cielo. Samantha y Charlotte hicieron unos bocatas para comer allí. Salieron a las once de casa, con los dos coches, pues no cabían todos en uno. Durante el trayecto, Sam recibió un mensaje de Joseph.
- ¿De quién es el mensaje?- preguntó Edmond, mirándola de reojo.
- De mi madre.- mintió Sam.
- Qué suerte tienes de que tu madre sea tan moderna… La mía a penas sabe manejar el mando de la tele.- dijo Edmond, divertido.
“Tienes plans hoy? Podrias scapart 1 rato ants de q Nat vuelva :-P”
“Me voy al zoo cn la familia. Tndrms que sperar a mañana para vrnos. Lo siento.”- respondió Sam a su pesar.
No recibió respuesta.
Pasaron toda la mañana viendo a los animales de la sabana y a los tropicales, hasta que por fin decidieron comer.
- Papi, me apetece un crêpe.- dijo Víctor levantándose y sacudiéndose las migas del bocadillo.
- ¡Y nosotras!- gritaron al unísono las dos niñas.
- El dinero está en la mochila.- le indicó Charlotte a su cuñado.
Edmond se fue con los niños a dar un paseo hasta el puesto de crepes, que quedaba un poco alejado de allí. Charlotte aprovechó y se fue también a los baños que estaban cerca del área de servicio. Mientras Sam ojeaba el folleto informativo de los espectáculos, unas manos le taparon los ojos. El corazón le dio un vuelco.
- ¿Quién soy?
Sam se había quedado de piedra. De pronto reaccionó; apartó las manos de sus ojos bruscamente y se volvió hacia su amante.
- ¡Estás completamente loco!- estaba enfadada, pero también se alegraba de verle.
- Sam, dime que tienes unos kleenex, el baño está que da asco…-Sam volvió la vista hacia su hermana y sintió como se le paraba el corazón.- ¡¿Qué narices..?!- se acercó alertada hacia la pareja y trató de hablar bajo.- ¿¡Qué hace ÉL aquí?!
Joseph no esperaba que Charlotte volviese tan pronto y de repente. Además, la forma en la que Charlotte había preguntado parecía decir que sabía algo de lo suyo con su hermana… ¿lo sabía?
- ¿Le has invitado tú?- Charlotte apartaba la mirada constantemente, nerviosa por si Edmond y los niños aparecían.
- ¡Por supuesto que no! Se acaba de presentar…
- Lo siento.- se disculpó Joseph, avergonzado. Después miró a Samantha, buscando una explicación a la reacción de su hermana.
- Se lo tuve que contar. Lo sabe y lo entiende pero…
- ¡Pero esto es demasiado! -interrumpió Charlotte, enfada.
- Lo siento, sólo quería ver a tu hermana...
- ¿¡Qué sólo querías ver a mi hermana?! ¡Edmond y los niños pueden volver en cualquier momento! ¿Tú no piensas o qué?
- Ya vale, Charlotte.
Samantha se puso delante de su hermana para intentar parar la discusión, pero Joseph la apartó con suavidad y se acercó más a Charlotte.
- Yo sólo pensé en lo mucho que la echaba de menos, lo mucho que me apetecía mirarla a los ojos y besarla. Sí, puede que no haya planeado mucho esto, que no haya pensado en los contras… Pero llevo toda la tarde dando vueltas como un idiota esperando el momento preciso para ver a tu hermana.
Al contrario de lo que había pensado Samantha, Joseph habló en un tono relajado. Charlotte se quedó callada; los ojos de Joseph eran sinceros. Se veía claramente lo apesadumbrado que se sentía por no haberlo pensado con mayor detenimiento. Él quería a Samantha, eso no podía negarlo.
- Vaya…- pudo decir Lottie.
Charlotte no pudo continuar. Edmond apareció con los niños, que llevaban un crêpe chorreante de chocolate en la mano.
- Ya hemos vuelto. ¡Vaya, cuánto tiempo, Joseph! ¿Qué haces tú por aquí?
Samantha se quedó blanca ¿Qué excusa le iba a poner ahora? Joseph no tenía hijos para llevarlos al zoo, ni siquiera había venido acompañado. Sam buscó su mirada, pero por la cara que tenía supo que él tampoco sabía qué contestar.
- Le he llamado yo. Espero que no os importe.- soltó de pronto Charlotte.
Joseph y Samantha la miraron sorprendidos.
- No sabía que vosotros dos hablarais,- soltó Edmond algo sorprendido.
- Ya ves. Cuando Sam nos presentó le pedí el teléfono y hemos estado hablando hasta ahora. Me dijo que no tenía planes hoy, así que me pareció buena idea que se viniera. ¿He hecho mal invitándole?
Samantha miró a su marido esperando su reacción. Al parecer se lo había tragado todo. Edmond sonrió y le dio la mano a Joseph, cosa que a Samantha le resultó de lo más raro: su marido y su amante saludándose tan cordialmente.
- Pues claro que no. ¡Cuántos más mejor! Pero podrías haberlo dicho.
- No podría haber aceptado un no por respuesta.
Charlotte le guiñó un ojo a Joseph, que le miraba agradecido.
- Esta bien ¿Dónde queréis ir después de terminaros los crêpes?- preguntó Samantha con entusiasmo.
- ¡Yo quiero ver a las jirafas, mami! - gritó Víctor con la boca manchada de chocolate.
- ¡Pues vamos!
Emprendieron la marcha con los niños en cabeza, detrás de éstos, Edmond, Samantha, Charlotte y Joseph, en ese orden. Charlotte comentaba pequeños detalles con Joseph, que miraba discretamente a Sam. Ésta, a su vez, también le miraba de vez en cuando. Edmond casi no hablaba, la mayoría del tiempo sólo caminaba mirando a los niños.
- ¡Allí están! -gritó Victor sorprendido.- ¡Mira que grandes son!
- Yo quiero ser tan alta como una jirafa.- comentó Julie
Sarah intentaba subirse al bordillo en el que se habían subido Julie y su hermano, pero éste no le dejaba.
- Mami, Víctor no me deja ver.
- Víctor, hazle un hueco a tu hermana.
- ¿Quieres que te suba?
Joseph se dio un golpecito en los hombros. Sarah aceptó de inmediato. Él se acercó a la niña y la subió a sus hombros.
- Ahora las veo ¡Son muy grandes!
- ¿Sabéis qué comen las jirafas?- preguntó Joseph.
- ¡Yo lo sé, yo lo sé! Comen hojas.- contestó Víctor.
- ¡Muy bien! Pero... ¿a que no sabes cuánto pesan?
Víctor se frotó la cabeza pensativo. Finalmente hizo un gesto negativo.
- No, eso no.
- 1300 kilogramos más o menos.
Los se quedaron boquiabiertos.
- Cuéntanos más cosas de las jirafas.- le pidió Julie.
Joseph les dio algunos datos más. Samantha y Charlotte le miraban sonriendo, Joseph era un encanto con los niños. Samantha le dirigió una mirada a su marido esperando que este también estuviera mirando aquella escena, pero Edmond tenía la mirada fija otro sitio. Volvió a mirar a Joseph; estaba siendo tan atento con los niños mientras que su marido estaba pensando en otras cosas. Joseph sería un buen padre, era cariñoso y atento, ¿por qué no habría tenido hijos con Natalie? Aunque se alegraba de eso, era raro y más teniendo en cuenta lo bien que se le daban los niños. Ojala Edmond fuera así con ellos, pero éste, la mayoría de veces, se desentendía de sus tareas de padre alegando que tenía mucho trabajo y que estaba cansado. Sin embargo allí estaba Joseph, con una niña que ni siquiera era su hija en los hombros. Estaba tan guapo en esa situación...
- ¿Vamos a ver a los monos?- preguntó Joseph dándose la vuelta de repente.
Charlotte le miró fijamente, pero él, que aún llevaba a la niña en los hombros, no se dio cuenta.
- Sí, vamos...
- ¿Eh?- preguntó Edmond saliendo de su ensoñación.
Comenzaron a andar de nuevo. Esta vez, Joseph iba en cabeza con los niños que no le soltaban y le hacían preguntas constantemente. Charlotte se aseguró de que Edmond no escuchaba y se acercó a Sam.
- Joseph es un encanto.- admitió.
- Ya sé que es un encanto...
Samantha dirigió la mirada a Joseph. ¿Podría quererle aún más de lo que le quería?
- Tenías que habérmelo presentado antes.- soltó Charlotte de repente.
Su hermana la fulminó con la mirada.
- Era broma, mujer.
Sam le dio un pequeño codazo a su hermana y volvió a centrar su atención en Joseph. Charlotte miró a Edmond, que no había abierto la boca desde hacía un buen rato.
- Edmond, ¿en qué piensas? Estás muy callado.
- ¿Yo? En nada. Estoy un poco aburrido de tanto animal.
- La verdad es que yo también. ¿Te apetece que nos tomemos unas cervezas? Les podemos dejar los niños a Sam y a Joseph.
Edmond aceptó encantado, ya que estaba deseando sentarse y beber algo.
- Os llamaremos cuando terminemos.
Charlotte le dirigió una mirada cómplice a la pareja y desapareció con Edmond, que se mostraba más animado. Se miraron; Joseph sonrió y Samantha no pudo evitar hacerlo también.
- Bueno, entonces nosotros también nos iremos - bromeó Joseph.
- ¡No, no, no! -replicaron los tres niños a la vez.
- ¿No? ¿Preferís ir a ver a los delfines?
- ¡Sí!- gritaron a la vez que salían corriendo.
- Nunca me habías dicho que se te daban tan bien los niños. - comentó Samantha
- ¿Se me dan bien? Puede que estos si, pero porque son tan adorables como tú.
Samantha sonrió y bajo la cabeza intentando ocultar el leve rubor de sus mejillas. No podía evitar esa reacción cuando Joseph la miraba fijamente a los ojos.
- ¿Te puedo hacer una pregunta?
- Claro.
- ¿Por qué Natalie y tú no habéis tenido hijos?
- No sé, supongo que porque ella le dedica mucho tiempo a su trabajo. Nunca hemos hablado de ello. La verdad... yo preferiría tenerlos contigo.
- No me digas esas cosas con los niños cerca, porque me entran unas ganas locas de besarte.- le susurró Sam con la mirada fija en sus labios.
- Pues no sabes las ganas que tengo yo desde hace un rato.
Llegaron al espectáculo casi sin darse cuenta. Los niños fueron los primeros en sentarse, Joseph y Samantha se sentaron uno al lado del otro. El espectáculo empezó, los pequeños miraban atentos sin desviar la mirada. Mientras, la mano de Joseph se posaba en la de Sam, la acariciaba, iba subiendo por su brazo. Ella le miraba de vez en cuando y se estremecía cuando Joseph la acariciaba. Fue la voz de su hijo lo que le hizo volver a la realidad.
- ¡Mira, se ha metido por el aro!
-Yo quiero un delfín. -dijo Julie soñadora.
- Y yo.- anunció Sarah.
- Pues yo prefiero un mono
El teléfono de Samantha sonó poco después: era Charlotte. El tiempo había pasado demasiado rápido para su gusto, como solía pasar siempre que estaba con Joseph.
Se volvieron a reunir todos de nuevo. Edmond quería ir a ver la televisión a casa, por lo que llegó la hora de irse. Además, el sol ya empezaba a ocultarse. Se dirigieron hasta el aparcamiento.
- Bueno, ha llegado la hora de despedirse.¿Dónde has aparcado tú? -preguntó Charlotte mirando a Joseph.
- No muy lejos, unas filas mas adelante. Al lado de ese árbol -dijo mientras señalaba hacia su coche.
- Muchas gracias por venir, Joseph.- le agradeció Charlotte dándole dos besos.
- Sí, puedes venirte cuando quieras.- soltó Samantha.
- Espero tu llamada, Charlotte.
Joseph había pronunciado el nombre de Charlotte, pero su mirada iba dirigida a otra persona. Los niños se despidieron de Joseph y Edmond le dio la mano. Joseph desapareció entre los coches mientras Sam le miraba de reojo.
- Oye, Sami, ¿has visto mi cartera? Creo que se me ha caído por algún lado.
- ¿Tu cartera? Pues no, Lottie.
- A ver si está por aquí... ¿Puedes mirar a ver si se me ha caído por el camino?
Entonces Samantha lo comprendió, le estaba dando la oportunidad de ir a por Joseph.
- Voy.
- ¿Te acompaño?- preguntó Edmond.
- No, tu vete poniéndole el cinturón a los niños. Ahora vengo.
Samantha volvió sobre sus pasos y cuando perdió de vista el coche se dirigió casi corriendo a donde estaba Joseph. Con suerte no se había ido aún.
Efectivamente allí estaba, sentado en el coche con la mirada perdida. Samantha se acercó a la ventanilla y le dio unos golpecitos. Joseph se sobresaltó. Al verla salió del vehículo rápidamente, se situó delante de ella y sujetando su cara con las manos la besó con pasión, con ganas, con dulzura. Samantha saboreó el beso que llevaba toda la tarde esperando. Se separaron.
- Debo... Debo irme. -consiguió articular ella.
- Espero tu llamada -repitió él.
Samantha volvió corriendo de nuevo. ¿Cuánto había pasado? Ese beso había detenido el tiempo, esperaba que no hubiera pasado mucho.
- No he encontrado nada.
- Vaya... ¿Estás bien? Pareces algo sofocada.- observó Edmond.
- Sí, estoy bien... de maravilla.
oooh
ResponderEliminarQue maja Charlotte al llevarse a Ed para que puedieran estar juntos.
A estado bien el capitulo ^^