sábado, 17 de julio de 2010

Capítulo 12

~ 12 ~

Cuando se atisba un resquicio de felicidad,
siempre hay alguien que quiere destruirlo. - Descubriendo Nunca Jamás




Samantha caminaba por los pasillos intentando no encontrarse con Joseph. Había tomado una decisión, pero todavía no sabía cómo hacerlo. ¿Debía ignorarle? ¿O debía hablar con él y dejarle todo claro? Ahora mismo no se sentía con fuerzas para enfrentarse a eso. Por eso estaba allí, caminando deprisa por los pasillos mientras miraba a ambos lados para asegurarse de que Joseph no estaba. Sí, ella, Samantha Harford, estaba huyendo de sus problemas.
Tenía que ir a coger sus cosas, y sabía que Joseph aparecería pronto por la sala de profesores. Así que entró rápidamente y, cuando tuvo sus cosas en la mano, salió con paso ligero. Alguien chocó con ella cuando iba a salir por la puerta. Samantha empalideció de inmediato. ¿Sería Joseph la persona con la que acababa de chocarse? Sintió un gran alivio cuando levantó la vista y vio ante ella a otro profesor.
- ¡Sam! ¿A qué vienen esas prisas?
- ¡Oh, Andrew! Perdona, iba al baño y no te vi.
Andrew era el profesor de tecnología, un hombre bastante agradable.
- No te preocupes. Ve al baño, anda, y ve con más cuidado.
- Gracias.
Sam continuó su camino y se metió en el baño por si Andrew miraba. Se sentía estúpida huyendo, pero ahora mismo no podía hacer otra cosa. Esperó un par de minutos antes de salir.
“Está bien - se dijo a sí misma - ya sólo quedan dos clases, puedo conseguirlo. Y mañana aclararé las cosas... Sí, eso haré”.
Una mano la agarró del brazo. Por desgracia, esta vez sí que era Joseph.
- ¿Dónde has estado durante todo el día? Te estaba buscando.
Parece que se iba a tener que enfrentar a sus problemas ahora, sus intentos de esconderse no habían dado el resultado esperado.
- Perdona, he estado un poco atareada.
- ¿Qué tal te lo pasaste ayer con tu hermana?
- Bien... bien. Hacía tiempo que no quedaba con ella para ir de compras... lo echaba de menos. Samantha evitaba mirarle directamente a los ojos y movía con nerviosismo las manos.
- ¿Te pasa algo? Ayer cuando nos vimos estabas rara, y hoy también.
- ¿Rara?
- Sí, no sé... Estás como ausente.
- Nada que no pueda solucionar una siesta, no te preocupes - dijo Sam, forzando una sonrisa.
Parecía ser que Joseph no pensaba sacar el tema, ese tema que tanto le preocupaba. Pero su esperanza se esfumó cuando Joseph volvió a hablar.
- Ayer estabas muy guapa... - le susurró mientras clavaba sus ojos en los labios de Samantha.
- Gracias... Me tengo que ir ya, voy a llegar tarde.
- Sí, yo también tengo que irme. ¿Hablamos después?
- Claro.
- Me pasaré luego por tu clase - dijo, guiñándole un ojo.
Pero Sam no pensaba hablar con él después. Nada más terminar la clase salió rápidamente. Iba a subir las escaleras cuando la voz Joseph sonó a sus espaldas ¿Estaba el mundo en su contra? Para una vez que no quería encontrase con él… y aparecía por todas partes.
- ¿A dónde vas?
- ¿No habíamos… quedado arriba?
- Sam, ¿te pasa algo conmigo?
- ¿Eh? ¿Qué me iba a pasar? Voy a dejar los libros en el aula de dibujo, pesan demasiado.
Sam se dirigió al aula seguida por Joseph. Una vez hubieron entrado los dos, Joseph cerró la puerta.
- Sé que te pasa algo. ¿Me vas a decir qué es?
- ¿Qué tal te lo pasaste ayer con tu mujer? - Sam hizo lo posible por cambiar de tema.
- No me cambies de tema, Sam... ¿Te arrepientes de lo que pasó?
- No es eso, Joseph...
- ¿Entonces qué es?
La voz de Joseph iba subiendo de tono.
- ¡El problema es que me gustó! ¡Ya no tengo nada claro!
- ¿Qué no tienes claro? Yo te quiero.
- Yo a ti no, Joseph, no de ese modo. Y no quiero hacerle daño a nadie más, no quiero que pienses cosas que no son. Yo estaba mal y pasó, pero eso no significa nada.
- Yo creo que me quieres, pero te engañas a ti misma.
- Joseph, por favor... Yo quiero a mi marido. Hagamos como si esto no hubiera pasado.
- Pero ha pasado. No quiero volver a hacer como si no pasara nada. Nos pasa. ¿Por qué has cambiado de opinión?
- Ha sido un error. Otro error para mi larga lista de errores... No quiero volver a estropearlo todo. No me lo pongas más difícil. Quiero a mi marido...
- No, no quieres a tu marido. ¿Cuál es el problema?
- Ayer te vi con tu mujer, los dos estáis muy unidos. Y yo no te quiero, Joseph. No quiero hacerte daño, no quiero arruinar tu matrimonio... Ya bastante daño he hecho.
- Sam, yo sé que me quieres. Me lo demostraste en aquella mesa, lo sé.
Joseph se acercó más a ella, su boca rozó el cuello de Sam.
- Sé que me quieres. - repitió.
Sam notó el aliento de Joseph en su cuello y, justo en ese momento, comenzó su lucha interna. El deseo de besarle era intenso, pero no podía hacerlo. Apretó los puños hasta que le dolieron. Una vez que tuvo controlado aquel impulso, apartó a Joseph.
- Joseph, mírame a los ojos. - Samantha esperó a que Joseph lo hiciese - Lo siento, pero no te quiero...
Y aunque Joseph aún guardaba esperanzas de que el sentimiento fuera recíproco, sintió como si una daga atravesara su pecho. Una sola estocada que le dejó completamente desmoronado por dentro. A pesar de que ambos estaban casados y todo lo demás, Joseph se había creado ilusiones y esperanzas desde el momento en el que Sam le correspondió al beso días atrás. Y si no le quería, ¿por qué le besó No, se negaba a creer que Sam no le quisiera.
- ¿Me crees ahora?- dijo Sam esperando que su gesto le hiciera entrar en razón.
- No. Tus ojos me dijeron otra cosa cuando te besaba. Y no sólo tus ojos... ¿Eres de las que se entregan por que sí? No creo.
- ¿Estás insinuando que soy una cualquiera?
- No, estoy insinuando que lo hiciste porque me quieres.
- ¿No te vas a rendir nunca?- dijo Sam, desesperada.
- Soy cabezota - Joseph le dedicó una media sonrisa.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Sam; debía reconocer que esa sonrisita de Joseph era irresistible. Y una vez más, tuvo que reprimirse.
- Creo que tienes miedo de lo que supondría seguir con esto, tienes miedo de enfrentarte a lo que se nos vendría encima.
- ¡Escúchame, Joseph!- gritó Samantha, enfadada. Su paciencia se había agotado, ya no aguantaba más, por ello, sujetó la cara de éste entre sus manos bruscamente - ¡No siento nada al mirarte a los ojos! - Sus manos recorrieron con rapidez su cara, su pelo y su cuerpo - ¡No siento nada cuando te toco! - Para terminar, Sam se acercó a sus labios y los besó - ¡Ni tampoco cuando te beso!
Joseph se quedó paralizado, no sabía qué hacer ni qué decir. Sam apartó la mirada y se fue con paso ligero. Antes de que pudiera traspasar la puerta, la mano de Joseph agarró su brazo. Samantha se dio la vuelta y le dio un manotazo en la cara como acto reflejo. El silencio reinó durante unos segundos hasta que, finalmente, Sam lo rompió.
- Será mejor que me vaya.
Ésta vez, Joseph no intentó frenarla. Se quedó allí parado pensando en todo lo que acaba de pasar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario