viernes, 2 de julio de 2010

Capítulo 11

~ 11 ~
Nunca has mirado a una mujer y te has sentido vulnerable, ni te
has visto reflejado en sus ojos. No has pensado que Dios ha puesto
un ángel en la tierra para ti, para que te rescate de los pozos del
infierno, ni qué se siente al ser su ángel y darle tu amor y
darlo para siempre. - El indomable Will Hunting




Samantha se tumbó en la cama y se quedó contemplando el techo.
Aún no se creía lo que había pasado: había hecho el amor con Joseph. Todo aquello era una locura… No sabía cómo sentirse exactamente. Aquel mismo día se había sentido enfadada, triste y… por un momento creyó estar enamorada. Pero, ¿puede una persona enamorarse en dos días? Además de todo eso, también se sentía mal consigo misma. Sí, había disfrutado con Joseph, pero… también estaba Edmond. Le había sido infiel dos veces. ¿En qué estaba pensando? Parecía una adolescente con las hormonas revolucionadas más que una mujer adulta.
Samantha se dio la vuelta y se tapó la cara con la almohada.
Aquello no tenía ningún sentido… ¿O sí? Tenía tanto en que pensar… ¿Qué iba a pasar con Gary? ¿Iba a intentar recuperar su amistad? No… ¿cómo iba a hacer eso? Le había gritado, y lo que es peor… ¡se había acostado con su mejor amigo! ¿Y qué sentía por Joseph? No podía estar enamorada, pero… Lo cierto es que sí que le gustaba, y mucho. Jamás había logrado olvidar lo que pasó entre ellos; ¿cómo iba a hacerlo? No era un hecho que pudiese ignorar. Se habían acostado aquella noche y también lo habían hecho ese mismo día… Y ambas veces había disfrutado. Si no estaba enamorada de Joseph… ¿qué sentía exactamente? ¿Por qué no le había rechazado el día anterior cuando la besó? Es más… ¿por qué ella le besó aquella noche en la playa?
- ¡Ya estoy en casa! - se oyó una voz procedente del piso de abajo.
Samantha sacó la cabeza de debajo de la almohada y corrió escaleras abajo. Su marido estaba en la cocina.
- ¿Cuándo voy a por los niños, Sam?
- Charlotte los traerá. Quería pasarse a vernos.
Charlotte era su hermana mayor, seis años concretamente.
- ¿Qué tal en el trabajo? - le preguntó Samantha, acercándose a él mientras éste se quitaba la chaqueta de su traje.
- Bien, supongo. No hay novedades… ¿tú qué tal?
- Pues bien… ha sido un día normal.
- ¿Y cómo va tu amigo?
- ¿Qué amigo?
- Con el que estuvimos en vacaciones, mujer… Ay, no me sale su nombre … Jordan, John…
- Joseph … - Samantha lo dijo casi para sí misma.
- Sí, ese, el guaperas.
- Oh… está genial… perfectamente…
¿Por qué tenía que salir Joseph en la conversación justo aquel día?
- ¿Te pasa algo con él? - Edmond se volvió hacia ella y le puso las manos sobre sus hombros.
- ¿Eh? - Sam estaba algo ida, como en otro mundo - No, no, tranquilo. En fin, esta tarde cuando venga Charlotte, iremos a comprar.
- ¿Más ropa, cariño? ¿Tengo que ir? - dijo, casi con miedo.
- No, vamos a ir sólo las dos. Aunque no vamos a comprar ropa, sino comida, no nos queda nada en casa.

Eran las cinco de la tarde cuando Charlotte llegó acompañada de los hijos de Sam.

"Lo hemos hecho", se repetía una y otra vez Joseph. Si cerraba los ojos aún podía sentir el cuerpo de Sam bajo su piel, y aún podía saborear sus labios. Recordaba cada suspiro que había salido por su preciosa boca y cada caricia que le había dado. Ella estaba grabada en todo su cuerpo, y no sólo en su cuerpo, también en su corazón. Se sentía feliz, nunca había experimentado una felicidad igual. Samantha era lo mejor que le había dado la vida... La quería tanto que le dolía el corazón con tan sólo pensar en ella. ¿Y qué iba a ser de ellos? ¿Qué iba a pasar? Ahora estaba seguro de que ella sentía lo mismo por él, y no pensaba dejarla escapar. Quería hacerla feliz y complacerla.
- Joseph, ¿qué vas a pedir? - le preguntó su mujer. Pero Joseph estaba perdido en sus pensamientos.
Él y Natalie habían salido a comer fuera, ya que a ninguno le apetecía cocinar.
- Cariño, ¿me estás escuchando?
- Perdona, ¿qué decías?
- ¿En qué piensas?
- Perdona, estaba pensando en las preguntas que voy a poner en el examen.
- Deja el trabajo ahora, cariño. ¿Qué vas a pedir?
- Lo que tú elijas me parecerá bien.
Joseph no tenía la cabeza para pensar en lo que le apetecía comer. Imágenes sueltas le volvieron a la cabeza. Se sentía feliz, aunque también un poco culpable por Gary. Él era su mejor amigo, y sabía que Sam le gustaba mucho. Tal vez fuera un poco egoísta, pero al pensar en ella le daba igual Gary, su mujer y todos los demás. Acababa de conocer la fórmula secreta de la felicidad, y su principal y único componente era Sam. No iba a dejarla escapar.
El camarero vino a tomar nota, Natalie pidió por los dos. Poco después, las bebidas estaban en la mesa.
- Dime, cariño, ¿te preocupa algo? Estás como ausente...
- No, ya te he dicho. Exámenes, trabajos...
- Pero si tan solo llevas dos días en el trabajo, madre mía… ¿Seguro que sólo es eso?
- Bueno, además... Gary está enfadado conmigo. - dijo Joseph, nervioso.
- Ya sabía yo que te pasaba algo más. Te conozco, Josh, a mi no puedes engañarme. - Natalie le guiñó un ojo - A ver, cuéntame. ¿Qué ha pasado para que se haya enfadado contigo?
- No es nada importante... Simplemente bromeé con que tiene desatendida a su mujer y se lo tomó a mal. Ya sabes que su mujer vive lejos, así que me soltó el rollo de que él no puede estar con ella todos los días porque tiene que trabajar y eso...
Eso es lo primero que se le había venido a la cabeza. Cada vez estaba más nervioso, quería cambiar de tema.
- No creo que le dure mucho el cabreo. Seguramente mañana ya se le habrá olvidado. Así que ahora deja de preocuparte y atiende a tu mujer, que la tienes desatendida. - bromeó Natalie, divertida.
Joseph se unió a las risas. Habían dado el tema por zanjado. Se inclinó y le dio un beso a su mujer.
El camarero trajo la comida minutos después. Joseph probó un bocado.
- Has echo la elección perfecta, Nat. Está delicioso. Qué bien me conoces.
Joseph posó su mano en la de Natalie y se la apretó. No podía evitar imaginarse que era Sam la que estaba enfrente de él.
Una vez hubieron terminado de comer, pagaron la cuenta y fueron a mirar las demás tiendas.
- Cariño, ¿esa no es tu compañera de trabajo?
Joseph miró hacia donde su mujer señalaba.
- Vaya, qué casualidad.
Sam caminaba junto a una mujer que guardaba cierto parecido con ella, y estaban allí, a unos metros de ellos. Tenía que ser una señal del destino. Joseph quería saludarla, pero desde lo que pasó, no sabía cómo comportarse con ella. Le daba vergüenza mirarla, ya que, cuando lo hacía, no podía quitar de su cabeza la imagen de su cuerpo desnudo… y eso le dejaba sin habla.
- ¿No la vas a saludar? - preguntó Natalie al ver que su marido no reaccionaba.
- ... Sí, vamos. - se decidió por fin.
Joseph decidió actuar con naturalidad. Se acercó por detrás y le puso una mano en el hombro. Sam se dio la vuelta. El corazón le dio un vuelco cuando vio a Joseph detrás suya.
- Joseph … - no podía evitar parecer sorprendida.
- Hola, Sam, ¿qué casualidad, verdad? ¿Qué hacéis por aquí?
- Hemos venido a comprar comida.
Sam intentaba no fijar sus ojos en los de Joseph, y él se dio cuenta. Estaba tan nerviosa como él.
- ¿No nos vas a presentar? - intervino Charlotte.
- ¡Ah, si! Perdón... Esta es Charlotte, mi hermana. Estos son Joseph, mi compañero de trabajo y amigo, y Natalie, su mujer.
Después de las presentaciones se produjo un incómodo silencio… al menos así era para Samantha y Joseph.
- Bueno, nosotras vamos a seguir con nuestras compras. - anunció Charlotte, rompiendo el silencio.
- Nos vemos mañana. - se despidió Samantha.
- Hasta mañana, Sam.
Joseph volvió a tomar de la mano a su mujer y continuó su camino… a pesar de que lo único que tenía ganas de hacer era darse media vuelta y besar a Samantha.

Sam le miró de reojo mientras se alejaba, aunque esto él no lo sabía.
- Sam, ¿me lo vas a contar? - Charlotte hizo que su hermana la mirase.
- ¿Contar qué? - Sam continuó andando como si nada, evitando la mirada de Charlotte.
- ¿Te pasa algo con él, Sam? Estabas muy nerviosa.
- ¿Con él? ¿Qué me iba a pasar? - había olvidado lo difícil que era ocultarle algo a su hermana… ella siempre había sido muy observadora.
- Soy tu hermana, a mí me lo puedes contar.
- No hay nada que contar, Charlotte. Ahora vamos a comprar, le dije a Edmond que no tardaríamos mucho.
Samantha se concentró en lo que tenían que comprar. Estaba nerviosa después de las preguntas de su hermana. ¿Tanto se notaba que le pasaba algo con él? Bueno, tampoco es que le pasara nada con él... o eso creía. Y otra vez volvía a pensar en Joseph. Volvió a mirar la lista de la compra. Intentó sacarle un tema de conversación a su hermana para mantener la mente ocupada, pero fue inútil… Joseph siempre volvía a instalarse en su mente, y con él, los recuerdos…
Cuando terminaron de comprar, llevaron las compras al coche y lo metieron todo en el maletero. Como no llevaban congelados, decidieron pasarse por una cafetería para tomar algo. El camarero les sirvió un par de cafés en la barra, y ellas se sentaron en la terraza de fuera.
Hablaron durante un rato de varias cosas, entre ellas, los niños. Charlotte estaba divorciada y tenía a una niña de cuatro años, Julie , a la que había dejado jugando con Víctor y Sarah, sus primos. Su marido había sido detenido por estafa y corrupción… menudo individuo. Samantha dejó de escuchar las quejas de su hermana sobre el cretino de su ex marido cuando vio aparecer a Joseph y Natalie, que se despedían de ella a lo lejos, moviendo la mano. Samantha reaccionó un poco tarde, e hizo un ademán de imitar el gesto de la pareja, pero éstos ya se habían dado la vuelta y no la estaban mirando. Charlotte se quedó mirando extrañada a su hermana; se dio la vuelta, aún en la silla, y logró reconocer a la pareja.
- Samantha, dime qué está pasando.
- ¿Ahora qué pasa?
- Hermanita, acabo de ver al tío este… Joseph, eso, que no me salía su nombre. ¿Qué te pasa con él? Entre lo de antes y lo de ahora …
- No me pasa nada con él.
- Tu cara no me dice lo mismo.
- Ay, déjalo ya …
Charlotte tomó de las manos a su hermana y le dirigió una mirada llena de preocupación.
- Sea lo que sea, puedes contármelo. Somos hermanas, siempre nos hemos contado todo. Entre nosotras nunca han existido secretos.
Samantha bajó la mirada, y tras unos segundos, habló:
- Hace unos años… Antes de nacer Sarah, Gary, un compañero de trabajo, hizo una fiesta en su casa para los profesores… El caso es que al final algunos bebimos más de la cuenta… Y Joseph y yo… Joseph y yo…
Miles de imágenes pasaron por la mente de Samantha. Nunca lo había recordado con tanta claridad…
Charlotte apretó las manos de Samantha, en señal de apoyo.
- Acabamos en la cama, y decidimos olvidarlo, por el bien de los dos… Antes del verano, cometí la locura de besar a Gary… Bueno, él me había besado a mí antes, pero yo le rechacé. - aclaró - No sé, las cosas entre Edmond y yo iban muy mal, últimamente discutíamos mucho, ya sabes… Y yo no me sentía para nada querida. Bueno, el caso es que a raíz de una discusión con Edmond, me atreví a besar a Gary… Y ha pasado de mi completamente durante todo el verano. Entonces fue cuando me encontré con Joseph en la playa.
- ¿En la playa?
- Sí… Resulta que estábamos en el mismo hotel. Así que quedamos una noche para tomar algo, y yo estaba un poco mal por lo de Gary, y me pasé… Tanto, que acabé besando a Joseph. Ahora creo recordarlo, pero eso es gracias a él… Me lo dijo cuando…
- Sigue. - le pidió su hermana, al ver que Samantha no decía nada.
- Ayer discutí con Gary. Me había sentido ignorada durante todo el verano, como ya te he dicho, y estaba mal… El caso es que la discusión no acabó muy bien… Entonces apareció él, Joseph… Y acabamos besándonos. Y hoy… Gary me confesó que nos vio. Volvimos a discutir, claro… Y él quiere que nos distanciemos por un tiempo. Acabé muy mal. - Samantha se tragó las lágrimas; aquel no era ni el momento, ni el lugar.- Por más que intenté olvidarlo todo… No podía parar de llorar, me sentía realmente mal. Entonces apareció él, otra vez… No sé cómo lo hace, pero siempre me encuentra. Intentó consolarme, y al final… Fui yo quien acabó besándole.
- Vaya…
- No he terminado. - Samantha tragó saliva y continuó con su relato.- Lo hicimos en una mesa. No pude parar…
Samantha no era capaz de mirar a la cara a su hermana, y Charlotte se había quedado muda ante aquella confesión.
- …No me esperaba en absoluto nada de esto.
- No sé quién soy, Charlotte. No me reconozco a mí misma… ¿Qué puedo hacer?
- Sam, ¿él te quiere?
- Él dice que si…
- ¿Y tú a él?
- No lo sé… esta mañana pensaba que sí, y ahora estoy hecha un lío.
- ¿Y qué hay de su mujer? Se les ve muy unidos. ¿Y Edmond?
- No lo sé…
- ¿Y de Gary? Samantha… Escúchame. ¿Estás dispuesta a acabar con todos esos matrimonios, incluyendo el tuyo? Ni siquiera estás segura de lo que sientes… Puede que aún estés a tiempo de cambiarlo.
- No lo sé, Charlotte. No sé nada... Estoy tan confusa…
Sam se frotó los ojos con los dedos, tenía la impresión de que le explotaría la cabeza en cualquier momento si seguía pensando en todo aquello.
- Piénsalo tranquilamente, Sam. Y, sobre todo, no te preocupes, todo tiene solución.
Sam no se movía, seguía frotándose los ojos con los dedos intentando no perder la calma. Charlotte le sujeto la cara entre sus manos.
- ¡Eh, mírame! Yo estaré aquí si me necesitas, ¿vale?
Sam abrió los ojos y miró a su hermana, cogió aire y contuvo las lágrimas. No le gustaba llorar en público, y últimamente lo hacía demasiado. Esta vez se contendría.
- Gracias, Charlotte. Eres un encanto de hermana.
- No tienes que darme las gracias, tú siempre me ayudas. Me termino esto y nos vamos, ¿vale?
- De acuerdo.
Charlotte se terminó el café y ambas se marcharon. En el coche no hablaron mucho más. Charlotte no sacó el tema durante el viaje, no quería presionar a su hermana. Fue al llegar a su casa cuando volvió a surgir.
Sam apagó el motor, pero en vez de salir del coche se quedó allí parada.
- ¡Sam! - la llamó su hermana. Pero ella no contestó.
Charlotte, que ya había bajado del coche, volvió a entrar.
- Siempre has sido una mujer fuerte, tú puedes con esto y con más.
Samantha la miró y sonrió. Tenía razón, siempre había sido una mujer fuerte. ¿Qué le estaba pasando? No tenía que desmoronarse, reflexionaría sobre todo y aclararía sus ideas.
- ¿Lista para salir? - dijo su hermana mientras le apretaba a mano.
Samantha se limitó a asentir. Ambas bajaron del coche, sacaron las bolsas del maletero y las llevaron dentro. Edmond estaba en el salón esperándolas con los niños. Cuando las vio aparecer con las bolsas, salió a ayudarlas.
- ¡Vaya, veo que habéis comprado comida para un mes!
- Qué exagerado, Edmond - le contestó Charlotte. - Tampoco es para tanto.
- ¿No te has comprado nada de ropa, cariño? - preguntó Edmond mirando a su esposa.
- No...
- No había nada interesante, así que nos hemos estado tomando unos cafés.- aclaró Charlotte para evitar preguntas.
- Me parece genial. - Edmond sonrió, y después volvió la vista hacia Samantha -¿Cariño, te pasa algo? Te veo como apagada.
Charlotte intentó cambiar de tema para que Edmond dejara la pregunta de lado, pero fue Samantha fue más rápida.
- No me ha sentado muy bien el café… no te preocupes, se me pasará.- Sam forzó una sonrisa. - ¿Y te lo has pasado bien con los niños?
- Hemos estado viendo un rato la tele, y después se han puesto a dibujar. Víctor está echo un artista, ha salido a su madre.
- ¡Qué cosas dices! - agradeció con una sonrisita. Sam le dio un beso.
- Bueno, yo me voy ya. Julie y yo tenemos una cita con el dentista dentro de una hora. - anunció Charlotte, al ver que su hermana había conseguido calmarse.
- Está bien, te acompaño hasta la puerta. - se ofreció Sam.
- ¡Julie, nos vamos!
La pequeña apareció corriendo segundos después. Era la viva imagen de su madre.
Charlotte le dio un beso en la mejilla a su hermana, y le acercó a Julie para que ella le diera otro.
- Dile adiós a la tía.
Julie movió su pequeña mano con un gesto de despedida. Sam la imitó. Charlotte se dirigió a su coche con Julie en brazos. Antes de perder de vista a su hermana, echó otro vistazo a su expresión. Parecía estar bien, así que continuó su camino.
Sam se dirigió al salón cuando su hermana se metió en el coche.
- Mamá, mira lo que he pintado. - dijo Víctor enseñándole el dibujo que había hecho durante su ausencia
- ¡Vaya, cielo, es genial! ¿Y tú que has pintado, Sarah?
- Mira. - Sarah le acercó la hoja en la que había hecho su dibujo con ilusión.
- El tuyo también está genial. Vaya dos artistas tengo en casa, ¿eh?
Los dos niños sonrieron ante el halago de su madre.
- Cariño - dijo, dirigiéndose a Edmond - ¿Les has dado de merendar?
- No, estaban tan entretenidos pintando que no les quería molestar.
- ¿Queréis que os haga un bocadillo, niños?
- ¡Síii! - contestaron al unísono.
- De acuerdo, voy a prepararos algo, ya que vuestro padre no sirve para nada - bromeó Sam.
Sam se metió en la cocina y cerró la puerta; necesitaba estar sola. Recordó la imagen de Joseph y su mujer. Como había dicho su hermana, parecían muy unidos. Ella nunca había estado así de unida con Edmond. Aunque Edmond no era como Joseph. Joseph era... Joseph. Nadie podría darle la calma que le daba él, ni lo que le hacía sentir. Pero tampoco estaba segura de estar enamorada de él... No podía dejar a Edmond, no podía hacerle eso a sus hijos. Pero tampoco podía hacer que Joseph dejara a su mujer por un "puede que esté enamorada". ¿Y si después no lo estaba? Ya bastante daño le había hecho a Gary, no quería que Josh sufriera por ella también. Y después también estaba Gary… Él estaba enamorado de ella, no cabía duda de ello.
- Mamá, ¿ya están los bocadillos? - preguntó Víctor, abriendo la puerta de la cocina.
Sam miró a su hijo. No, no podía seguir haciendo más daño. Lo mejor sería dejar todo como estaba, ella seguiría con sus hijos y con su marido, se quitaría esas estúpidas ideas de la cabeza. Joseph acabaría olvidándose de ella y sería feliz con su mujer, y Gary igual. Sí, eso era lo mejor.
- En un momento te los llevo, cariño.

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