viernes, 2 de abril de 2010

Capítulo 5

~ 5 ~
No sé a quién odio más, si a ti por hacer que me enamore,
o a mí, por necesitarte tanto. - La vida privada de Elizabeth y Essex





La imagen de Gary volvió a los pensamientos de Samantha. Sabía que él sentía algo por ella, pues se lo había demostrado en varias ocasiones. ¿Por qué tenían que pasarle estas cosas? Nunca le había visto de esa manera, Gary era su amigo, su apoyo... ¿Acaso le había dado a entender otra cosa distinta?
La voz exaltada de su marido la sacó de sus ensoñaciones:
-¿¡Samantha?!
-¿Qué pasa?
-¿Por qué no me contestas? -salió del baño de su habitación mientras se ajustaba la corbata, molesto.
-Perdona, cariño. Estaba distraída. -se disculpó.
-No pasa nada...
Su marido la besó y se dirigió a la cocina. El grito que le había dado le había hecho recordar aquel día, hacía unos meses, cuando su marido y ella habían tenido una fuerte discusión.
Lo recordaba bien… Lo primero que hizo fue llamar a Gary. Éste, nada más saber lo sucedido, la invitó a su casa. Todavía podía oír su voz intentando consolarla.
Samantha estaba sentada en una esquina del sofá, y él se sentó a su lado y le pasó la mano por los hombros con total confianza. Sam ni siquiera se planteó si le molestaba aquel gesto de su compañero.
-No te preocupes… Sabes que se le pasará. -la tranquilizó.
-Tengo miedo de lo que pueda pasar… No puedo perder a mi marido… Los niños…
-Lo entiendo, no te preocupes, todo se arreglará. Confía en mí.
Gary la abrazó mientras acariciaba su pelo. Y así se pasaron toda la tarde. Samantha se sentía muy a gusto en sus brazos; él la apoyaba y le daba cariño… Si ella estaba en lo cierto... ¿Se acabaría todo aquello? Nada volvería a ser lo mismo.
De nuevo, la voz de su marido volvió a sacarla de sus ensoñaciones:
-¿Has visto mis pantalones negros, cariño? -preguntó.
-No, mira en el cuarto de la ropa, seguramente estén allí. -le indicó.
-Está bien... Por cierto, toma, son para este viernes.
Sam tomó las dos entradas para un monólogo que él le tendía. Las miró anonadada; el destino le estaba jugando una mala pasada. Unas semanas antes había ido con Gary a verlo.
-Oh, genial. -dijo, tratando de parecer entusiasmada.
-Voy a buscar el pantalón, en unos minutos estoy contigo.
Samantha volvió a mirar las entradas. Cuando cerró los ojos, pudo ver perfectamente a Gary, como si en aquel momento no estuviese allí, en su habitación, sino donde había quedado con él aquel día. Recordaba hasta la ropa que llevaba, ya que esa noche, por primera vez desde que le conocía, iba con camisa y vaqueros.
Samantha continuó con los ojos cerrados, recordando cómo Gary le había ofrecido sus entradas, al igual que su marido hacía escasos segundos.
-¡Sam!
Samantha se volvió; Gary estaba a unos metros de ella.
-Hola, ¿querías algo?
-Verás, tengo dos entradas para un monólogo, son para mañana, pero no encuentro a nadie que me acompañe. Así que pensé que a lo mejor tú querías ir con tu marido o con alguna amiga.
-¿Y por qué no me has pedido que vaya contigo? -la idea de ir con su marido no le parecía especialmente atractiva.
-No sé... no pensé que quisieras... ¿Quieres?
-Pues claro, lo pasaremos bien.
-Entonces allí nos vemos. Y... gracias.
Samantha le volvió a sonreír y se despidió.
Llegó la hora de acudir a la cita. Samantha se puso un vestido negro de cuello vuelto. A su marido le había dicho que iba con una compañera del trabajo, claramente; si le decía que esa amiga en realidad era un amigo, no se lo tomaría tan bien. Metió en su bolso lo imprescindible y salió con el coche.
Habían quedado en la puerta del teatro directamente. Samantha llegó puntual, a pesar de que tuvo que dar varias vueltas para encontrar aparcamiento. Gary ya estaba allí.
-Vaya, ¿llevas mucho esperando? -le preguntó, apurada.
Samantha le dio dos besos.
-No te preocupes, sólo llevo unos minutos.
A Samantha no le gustaban especialmente los monólogos. De hecho, hacia mucho tiempo que no iba a uno. Estaba allí por Gary, por muy aburrido que le pudiera resultar el monólogo, él era su amigo, merecía la pena por él.
Entraron y se sentaron en sus sitios. Poco a poco, los demás espectadores comenzaron a ocupar sus respectivos asientos. El espectáculo empezó.
Gary hacía comentarios todo el rato y Samantha no podía evitar reírse. Sólo él era capaz de hacerla reír de esa manera, se lo estaba pasando genial. Por su parte, Gary disfrutaba viendo reír a Samantha, su sonrisa le provocaba una felicidad extrema.
Se lo estaban pasando tan bien, que el tiempo se les pasó volando. Pronto llegó la hora de despedirse.
-Me lo he pasado genial Gary, de verdad, muchas gracias.
-El que tiene que darte las gracias soy yo, si no fuera por ti no hubiera venido.
-¿Cómo vas a volver a casa?
-Tengo el coche a dos manzanas de aquí, no te preocupes. ¿Y tú?
-Mi coche está aquí al lado. Después de dar mil vueltas un hombre se fue y pude aparcar cerca.
Samantha sonrió, nerviosa. Gary quería besarla, pero no se atrevía.
-Bueno... Entonces nos vemos el lunes. -dijo Gary, con las manos en los bolsillos.
-Sí, hasta el lunes.
Samantha le dio dos besos y se despidió con la mano a la vez que se alejaba. Aunque ella no lo sabía, Gary se quedó allí, mirando cómo salía con el coche, pensando en lo que hubiera pasado si la hubiera besado, arrepintiéndose de no haberlo hecho y sintiéndose culpable por pensar aquello.


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